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En mi pensamiento estaba hacer un viaje que tuviera un toque de aventura, pero en el que pudiese participar también toda la familia. Y apareció en mi mente Islandia y la Ring Road. Combinación perfecta de maravilla natural, país occidental, pero a la vez aún no masificado, y donde la sensación de libertad es máxima. Para ello ¿por qué no recorrer con un vehículo la Ring Road, la principal y casi única carretera que rodea por el litoral toda la isla? 

Islandia es uno de los países más seguros del mundo, pero también un lugar único en su naturaleza, un enorme parque natural que lo recorre hasta sus entrañas. Solitario, inmensamente solitario, bello, inmensamente bello, donde sientes viva la tierra bajo tus pies, al estar a caballo entre dos placas tectónicas que transforman su superficie en un hervidero de fenómenos volcánicos que moldean la isla a su antojo. Con un clima imprevisible que te hará sentir las cuatro estaciones en apenas unas horas: sol, viento, lluvia y nieve te visitarán en la caldera volcánica de Askja, un lugar abandonado del mundo en el desolado y completamente deshabitado interior de la isla, que parece sacado de un planeta de cómic. Como dice un dicho islandés: «Si no te gusta el tiempo que hace, espera cinco minutos». También podrás sentir la fuerza y el atronador sonido de millones de metros cúbicos de agua desplomarse ante tu mirada, asomado en un pequeño escalón que hace de frontera entre tu vida y la fuerza de la naturaleza, y preguntarte por qué estás tú solo delante de ese fenómeno de la naturaleza que es la catarata de Detifoss. 

No existe otro lugar en el mundo que en una superficie tan pequeña nos haga sentir sus glaciares, desiertos, icebergs, fiordos, volcanes y cataratas que se manifiestan mediante géiseres, lagos volcánicos, fumarolas o manantiales en ebullición, todo combinado con una agradecida soledad que te hará sentir especial cuando los contemplas. 

Cuando te encuentres conduciendo por la Ring Road el guion del viaje lo escribirás tú, pero mejor que sepas que esta isla cambiará el programa de tu viaje, lo hará añicos, ofreciéndote bellezas escondidas que hará que tu hora se convierta en dos. 

Mi viaje en solitario comienza a mediados de agosto, fecha normalmente escogida por los grupos de amigos, las familias o parejas. Alquilo un vehículo en Reikiavik y comienzo la ruta, sin reservar alojamiento, dejándome llevar por el día a día, por la luz mágica o por los paisajes que me deslumbran, eso sí, sabiendo que dispongo de una tienda y un saco de dormir para cualquier contingencia. Cuando la carretera se despoja del asfalto y aparece la tierra, cuando conduzco decenas de kilómetros habiendo perdido la cobertura telefónica, cuando no me acuerdo de la última vez que alguien se cruzó en mi camino, mi espíritu se llena de satisfacción por esta dosis de aventura que estoy viviendo. Pero con la tranquilidad de saber que estoy en uno de los países más avanzados del mundo. 

Mi día a día va transcurriendo acostándome lo más tarde posible y levantándome lo antes que puedo. En las zonas más despobladas, las gasolineras hacen de pequeños supermercados suministrándome todo tipo de materiales. La llegada de la corta noche me invita a buscar alojamiento. Una buena guía es indispensable. 

El clima benigno en época estival me anima a descubrir cada rincón de la isla, donde la sorpresa puede estar escondida en cualquier rincón. Como aquella foca que a escasos diez metros de la orilla del mar me invita a nadar con ella. O cuando un grupo de caballos poseídos por un gen bravucón rodea mi vehículo en una imagen más parecida a una película de indios y vaqueros para después «saborear» volante, intermitentes, mapas, todo lo que se pusiese a su alcance. Islandia es diferente.. 

Ante esta geografía, nuestro viaje a Islandia podría tener un carácter más aventurero. El centro de la isla te ofrece un marco idóneo para hacer realidad esta posibilidad. Está completamente deshabitado, allí no vive nadie, absolutamente nadie, es un lugar virgen. 

Hay rutas por las desoladas tierras altas del interior islandés. En ningún otro recorrido se encuentran escenarios tan fascinantes como en la pista que circula entre Grimsstadir y la majestuosa caldera de Askja. Un vehículo 4×4, experiencia contrastada en su conducción y la compañía de otros automóviles que te puedan socorrer en caso de avería, o de cualquier percance al vadear un río o al quedarte atascado en fangales o pozos de escoria son indispensables. Y esto ocurre entre junio y agosto. En invierno es una odisea. 

El viajero que vaya detrás de mayor dosis de aventura tendrá escenarios naturales a su antojo: el glaciar más grande de Europa, Vatnajokull; la ascensión al volcán Snafellsjokull, un precioso cono volcánico que inspiró al escritor Julio Verne en su libro Viaje al centro de la Tierra, o el volcán Bardarbunga, activo en este momento (10 de febrero de 2015) bajo la capa de hielo del glaciar Vatnajokull, y por qué no, estar abandonado en alguno de los islotes de la península de Latrabjarg disfrutando de sus fiordos y acantilados repletos de aves, considerados uno de los diez mejores del mundo. 

Islandia transmite su carácter aventurero a su propia política a la hora de tratar al viajero. Apenas hay restricciones del tipo: «No te acerques a este precipicio» y asumen que tu inteligencia está por encima de tu inconsciencia. 

Así, si has decidido recorrer Islandia a tu aire conduciendo por la carretera circular Road 1 o Ring Road (en cuya mayor parte no circulan más de cien vehículos al día), con tu familia, tus amigos o en solitario, felicidades. 

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